26 DE JULIO DE 1952: FALLECIMIENTO DE EVITA

Por Ángel Pizzorno

No hay precedentes en nuestro país de una personalidad como la de Evita que en tan poco ocupará semejante lugar en la memoria y el corazón de nuestro pueblo. El voto femenino, la integración masiva de las mujeres a la vida política y otros avances fundamentales, llevan su marca. Pero es imposible hablar de ella sin recordar la cuestión social.

El General asume la presidencia de la Nación en 1946. Evita a través de la Fundación Eva Perón, comienza a desplegar una tarea titánica. La acción social reemplaza a la beneficencia. Dijo Perón: “Ella a través de la Fundación, atendía las urgencias; mientras yo construía la casa grande que nos cobijaría a todos”. Por su parte el padre Hernán Benítez, confesor y amigo, nos dejó su testimonio: “… es evidente que no por sus errores, sino por sus aciertos la amó el pueblo
apasionadamente como, por esos mismos aciertos, y no por sus errores, la odió el antipueblo.

Ella no comprendía que pudiera apellidarse cristiana una civilización que cada año condena a morir de hambre a 80 millones de personas, en la que los dos tercios padecen desnutrición y el 15 por ciento posee y goza de más bienes que el 85 por ciento restante. Incomprensible estado de injusticia social luego de dos mil años de predicación del
Evangelio… Los Derechos Humanos no eran para Eva Perón un rosario de bonitos apotegmas ni de quiméricos ensueños.

La defensa de esos derechos, cuando va de veras, importa un compromiso existencial. Importa una toma de posición. Importa una lucha cotidiana por un orden más justo. Ella no comprendía que pudieran defender de verdad los Derechos Humanos desde la vida fastuosa, la mesa regalada, la mansión suntuosa, le parecían un insulto cruel al pobre, a Cristo, al Evangelio.

Su indisimulada enemistad respecto a las castas privilegiadas le nacía de no poder conciliar en su cabeza y menos en
su corazón que quienes con las palabras defienden la igualdad entre los hombres, las niegan flagrantemente con sus vidas. Ella no iba con vueltas”.

Su vida terrenal fue casi un suspiro; pero suficiente para ganarse el amor eterno de nuestro pueblo.