NO ES UN BERRINCHE EL LENGUAJE INCLUSIVO, SINO QUE INTENTA NOMBRAR LO QUE NUNCA SE DICE

Por Victoria Liascovich, presidenta del Centro de Estudiantes del Nacional Buenos Aires (CENBA).

Horacio Rodríguez Larreta informó junto a Soledad Acuña la prohibición del uso del lenguaje inclusivo en las instituciones educativas de CABA, porque aseguran que así se elevarán los resultados de las evaluaciones que anualmente se realizan a alumnos, las que arrojaron una caída en las materias de lengua y literatura. En teoría, pretenden “normalizar” el lenguaje español. Sin embargo, se trata en realidad de una medida desesperada, donde proyectan desde el Gobierno de la Ciudad obtener los votos que los liberales y retrógrados les sacaron en la última elección.

El lenguaje inclusivo es muy reciente, se populariza en la Argentina luego de las primeras marchas de Ni Una Menos, cuando todo se puso en cuestionamiento en materia de género: desde la representación femenina en la política y medios hasta la violencia intrafamiliar. Es posteriormente que aparece el TODES, como manera también de poder nombrar a aquellos géneros que escapan del binarismo de la mujer y el hombre. La Ley de Identidad de Género fue un gran avance en este sentido, porque establecía el derecho a la identidad libre y elegida, con el respeto correspondiente por las instituciones y el Estado.

No es un berrinche el lenguaje inclusivo, sino que intenta nombrar lo que nunca se dice. En las juventudes, es un derecho a nombrarse, a hacerse ver, es una visibilidad necesaria.

Si recorremos la Ciudad, las paredes están llenas de carteles con la consigna “la transformación no para”, pero está efectivamente parada en las escuelas públicas, o mejor dicho, en retroceso. Y en este sentido ¿Qué podemos esperar de alguien que atribuye el empeoramiento de la educación al mero hecho del uso de un lenguaje totalmente optativo, que se propone la inclusión de todes en las aulas? No es ideología de género, no es doctrina, el lenguaje inclusivo es optativo. Y una opción más de inclusión.

La medida de Larreta y Acuña es un regalo para los liberales y conservadores que no los votaron en la última elección. El jefe de gobierno no tiene convicciones: como decía Groucho Marx: “si no te gustan mis principios, también tengo estos otros”. Porque él y su equipo solo van donde están los votos. Recordemos que parecía ser progresista cuando se posicionó a favor de la ley de la Interrupción Voluntaria del Embarazo, pero ahora ha virado hacia la derecha, a la caza de los votantes de Milei. Tanto, que hasta que está dispuesto a violar incluso la libertad de expresión.

Pero tengo malas noticias para Larreta y Acuña. Ni por derecha ni por izquierda, la juventud no compra este discurso. Ni con videos subidos en Tik Tok ni con intentos de mendigar liberales, van a conseguirlo. La única convicción de Larreta es verse en el espejo con la banda presidencial. Pero no termina de entender que para semejante cargo se necesita gobernar. Y particularmente, en el área de educación, se trata de destinar recursos, formar a más y mejores docentes, adecuar y mantener los edificios y los equipamientos. Desfinanciando, imponiendo pasantías no pagas a estudiantes o prohibiendo el lenguaje inclusivo, no se mejora la educación. Aunque lo entiendo: su modelo para ese puesto fue Mauricio Macri… ¿qué podía esperarse?